11.8.11

Ojos que no ven

DoCoMoMo-Uruguay hace pública su inquietud ante la grave situación que vive aquí la arquitectura moderna. Un alarmante estado de cosas que ha puesto en riesgo algunas obras maestras y ha derivado incluso en su definitiva ausencia.







La arquitectura moderna en Uruguay


En las últimas décadas del siglo veinte el patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno internacional se presentó en mayor riesgo que en períodos anteriores. A fines de los ochenta muchas obras maestras modernas ya habían sido destruidas o desnaturalizadas al punto de volverse irreconocibles. Para promover la justa valoración de estas obras y su progresiva incorporación al repertorio patrimonial, en 1988 se creó DOCOMOMO, a instancias del profesor arquitecto Hubert-Jan Henket y de Wessel de Jonge, arquitecto e investigador de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Técnica de Eindhoven, Holanda.
Entre los objetivos principales de esta organización se incluye la documentación de las obras del Movimiento Moderno, el intercambio de ideas vinculadas a las tecnologías de conservación, el desarrollo del conocimiento histórico y la educación, a fin de crear responsabilidad pública sobre el patrimonio edilicio reciente. Actúa también como órgano de vigilancia y cautela frente a las amenazas de demolición o alteración sustancial de los valores arquitectónicos fundamentales de las principales realizaciones.
Desde su creación DOCOMOMO International ha experimentado un rápido crecimiento, y se ha consolidado como un operador importante en el ámbito de la conservación y en el campo más amplio de la cultura arquitectónica. La condición plural e interdisciplinaria de DOCOMOMO Internacional radica en su capacidad de reunir a historiadores, arquitectos, urbanistas, arquitectos paisajistas, conservacionistas, docentes, estudiantes y funcionarios públicos. En la actualidad, DOCOMOMO Internacional incluye 59 capítulos y más de 2.300 miembros en Europa, América, Asia, Oceanía y África. En su variedad de culturas y experiencias, estos capítulos representan la verdadera riqueza de DOCOMOMO Internacional.

La decisión de constituir DOCOMOMO-Uruguay surge en 2008 de un grupo de arquitectos locales, con el fin de inventariar, divulgar y proteger la arquitectura moderna, que en nuestro país constituye un patrimonio muy significativo. Este organismo en formación está integrado por los arquitectos Gustavo Scheps, Decano de la Facultad de Arquitectura (UdelaR) y Profesor Titular de Proyecto; Conrado Pintos, Profesor Titular de Proyecto; Jorge Nudelman, Profesor Titular de la Cátedra de Arquitectura y Teoría; William Rey, Profesor Titular de la Cátedra de Historia de la Arquitectura Nacional; Laura Alemán, Profesora Agregada del Instituto de Historia de la Arquitectura; Laura Cesio, Profesora Adjunta del Instituto de Historia de la Arquitectura; Leonardo Gómez, Asistente de la Cátedra de Historia de la Arquitectura Nacional; Mary Méndez, Asistente de la Cátedra de Historia de la Arquitectura Nacional; y Christian Kutscher, Ayudante de la Cátedra de Historia de la Arquitectura Nacional, entre otros.
La propuesta de trabajo consiste en el registro y la puesta en valor de la producción arquitectónica moderna en Uruguay, lo que implica actividades de documentación, difusión, denuncia y promoción de medidas cautelares y de preservación.
Se busca implementar también la recuperación de archivos relevantes para el análisis de la producción arquitectónica moderna. La divulgación se asume como una de las principales metas, en tanto contribuye a la valoración de esta arquitectura por parte de la sociedad uruguaya y fomenta el interés y la conciencia colectiva sobre estos valores.


DOCOMOMO-Uruguay hace pública su inquietud ante la grave situación que vive aquí la arquitectura moderna. Un alarmante estado de cosas que ha puesto en riesgo algunas obras maestras y ha derivado incluso en su definitiva ausencia.
La lista es extensa. Una serie que incluye los siguientes hechos: deformación de la Solana del Mar (Bonet, 1947), alteración del Sanatorio CASMU nº 1 (Altamirano, Mieres, Villegas Berro, 1949), demolición de las Casas Martirena-Dighiero (Fresnedo Siri, 1946). A esto se suma el torpe agregado que se proyecta sobre la Casa Crespi (Crespi, 1938), los nuevos cajeros a ubicarse en la sucursal 19 de Junio del BROU (Aroztegui, 1957) y el inminente derribo de la Casa Terra —hoy sede de Arpel— (Aroztegui, 1949), el próximo golpe que cierra esta absurda secuencia. Ubicada en pleno Barrio Jardín, sobre la calle Javier de Viana, la Casa Terra es una obra del arquitecto Aroztegui, autor de excelentes piezas modernas como el edificio de la ex tienda Merlinsky & Syrowicz (hoy dependencia del Poder Judicial), la sede del Club Nacional de Fútbol y la sucursal 19 de Junio del BROU, entre otras. La citada vivienda es una obra emblemática de este autor, notable por su calidad edilicia, su diseño interior y su lograda inserción en medio de calles muy dispares, cuya eliminación resulta a todas luces absurda e incomprensible.
Así están las cosas. En Uruguay la arquitectura moderna se muere. No tiene protección legal ni cuenta con apoyo colectivo. Pero esto no es fruto del azar ni un dictamen del destino. La arquitectura moderna es presa de un basto criterio cultural que prioriza el peso de la historia y sólo tiende a respetar “lo antiguo”. Un prejuicio que enturbia el juicio masivo y define también el dominio patrimonial en el plano normativo. Así, la “ancianidad” se entroniza erróneamente como valor esencial de la arquitectura a ser protegida. Los mejores edificios modernos quedan sin amparo legal y reciben todo tipo de injurias.
¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Desidia?¿Miopía? ¿Ignorancia? ¿Burda impotencia ante el criterio lucrativo? Hay, sin duda, una peligrosa mezcla de todas estas cosas: la presión económica alienta un proceso nutrido por la ignorancia en torno al valor de lo que está en juego. Así, la arquitectura moderna cede el paso ante el augurio del beneficio económico: la ecuación se resuelve con un criterio reductivo que ignora los costos culturales y relega sin más el interés colectivo.
DOCOMOMO-Uruguay rechaza el retiro de la razón y el triunfo de la barbarie. Denuncia el triunfo de la ceguera, de la ignorancia, de la codicia. Y advierte sobre este estado de cosas a fin de crear opinión y evitar la muerte de nuestra mejor arquitectura moderna.


El pasado 17 de junio el Consejo de la Facultad de Arquitectura, a instancias de su Instituto de Historia de la Arquitectura –IHA-, decidió elevar a las autoridades competentes una lista de ciento veintidós edificios que merecen ser considerados patrimoniales, y establecer las protecciones necesarias para su preservación y puesta en valor. Algunos de ellos están aislados, otros forman grupos que se potencian entre sí, y aún, los hay que se insertan a su vez en implantaciones urbanas de gran valor per se, y que se incluyen por la capacidad de proponer la idea de su unidad paisajística.
Prácticamente todos son obras del siglo veinte y, aunque algunos responden todavía a lineamientos estilísticos historicistas, la mayoría destacan por ser representativos de la mejor factura moderna que se produjo en Uruguay a partir de 1930. Los recursos lingüísticos van desde la sobriedad de una modernidad de principios hasta las variantes decorativas y náuticas, e incluyen los experimentos de discípulos directos de grandes maestros internacionales como Wright y Le Corbusier. Además se incluyen ejemplos de arquitectura industrial, invenciones tecnológicas y ensayos de nuevas formas, alentando la futura aparición de otros casos que hoy no están suficientemente estudiados pero que han de señalarse en el futuro.
De este conjunto –con los bienes ya protegidos antes- puede decirse ya que ilustra con justeza el estado del arte en el Uruguay contemporáneo. Es sin duda fondo y figura del país moderno, pujante y cosmopolita que las sucesivas generaciones del siglo veinte gestaron. A pesar de las crisis económicas y los vaivenes políticos, los arquitectos uruguayos supieron construir una tradición moderna, que surge finalmente en los ejemplos más contemporáneos y se proyecta en el oficio de los arquitectos del futuro.
Esta presencia de la arquitectura moderna nos interpela –como bien destacan los docentes del Instituto de Historia de la Arquitectura- acerca de las políticas que en materia de patrimonio se ha dado el país desde los años setenta. Es imprescindible revisar estas leyes de protección patrimonial para hacerlas más productivas y coactivas en pro de la vigencia de estas obras. Por otro lado, deben ser un instrumento educativo, a fin de integrar el patrimonio arquitectónico y paisajístico a las preocupaciones de los uruguayos, a su lenguaje cotidiano y, en definitiva, a la cultura nacional.

Sin embargo, no todo deja un sabor amargo. Algunas valiosas acciones de intervención desarrolladas en edificios emblemáticos de la arquitectura moderna en nuestro país se han materializado recientemente. Es el caso del Ventorillo de la Buena Vista, del arquitecto Julio Vilamajó, y del Banco del Plata, de Antonio Bonet. Esto alienta a seguir trabajando por este patrimonio moderno de gran significación cultural

DOCOMOMO-Uruguay
Gustavo Scheps, Conrado Pintos, Jorge Nudelman, William Rey, Laura Alemán, Laura Cesio, Leonardo Gómez, Mary Méndez, Christian Kutscher, Ruben Otero.
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